En la linde de mi piel los anhelos
esperan tus caricias turbadoras
y no corren en el reloj las horas
queriendolas sentir en su desvelo.
Esa frontera, amante de tus dedos,
se extiende en ondulante cordillera,
deseosa, de tus manos extranjeras
que la celan sabiéndola su credo;
¡Y te brinda desnuda sus vaguadas!
¡Y te reta a explorar sus angosturas!
...y te espera impaciente en su frondura.
Y sabiéndote devoto, a sus alturas
y declives, en sus dérmicas llanuras
se entrega... sensual, plácida y confiada.